La Gastronomía Guijeña en Semana Santa

Como en otros puntos de los países con tradición católica la Semana Santa ha sido una de las fechas marcadas en el calendario de celebraciones de Guijo de Santa Bárbara.

La gastronomía de estos días era especial con comidas copiosas y que se ajustaban a las normas que establecía la Iglesia. Mientras que el Jueves Santo se podía comer de todo pero el Viernes Santo no se podía comer carne, al igual que durante todos los viernes de Cuaresma (tiempo entre Carnavales y Semana Santa).

La abundancia de las comidas de estos dos días dio lugar a un bonito refrán que todavía resuena en la boca de los guijeños: Tres días hay en el año para llenar bien la panza, Jueves Santo, Viernes Santo y el día de la Matanza.

 El Jueves Santo no solía faltar el cordero o el cabrito procedente de la paridera tardía de ovejas y cabras que tenía lugar en los meses de marzo y abril. Otras veces se sustituía el cabrito o cordero por gallo de corral en salsa e incluso por cochinillo.

De postre no faltaban dulces típicos como las torrijas, rebanadas de pan mojadas en leche, rebozadas en huevo y fritas para luego espolvorearse con azúcar y canela o rociarse con un buen chorro de miel de las abejas silvestres que hacían sus colmenas en los troncos huecos de los árboles de la sierra. Otro dulce muy típico, de origen árabe como las torrijas, eran los sapillos con leche, una especie de buñuelos de miga de pan y huevo fritos y luego cocidos en leche azucarada aromatizada con canela, cáscara de limón y anís.

El Viernes Santo, como hemos dicho antes, no estaba permitido comer carne, a no ser que se hubiese comprado la Bula. La Bula consistía en pagar a la Iglesia una determinada cantidad de dinero que daba lugar a la expresión Quien paga, no peca.

Muchas veces oyeron los guijeños esta expresión en boca del famoso cura Don Gregorio que según cuentan un Viernes Santo quedó a tomar unos vinos con los amigos en la bodega de Cipriano Jiménez y Josefa Esteban. La dueña de la casa tenía preparado un buen plato de queso hecho con la leche de sus vacas negras para que los hombres acompañasen el vino pero don Gregorio, mirando a un jamón que colgaba del techo de la bodega dijo: - ¿Qué hace ahí colgada esa guitarra? Bájala que la templemos. Doña Josefa dijo: - Pero padre ¡Si hoy Viernes Santo! - No pasa nada. Además, quien paga, no peca.

En la comida del Viernes Santo, no faltaba como primer plato el potaje de garbanzos o granos (judías blancas) con un puñado de arroz y un trozo de bacalao en salazón. Como segundo plato, se comía el escabeche o rebozado, consistente en trozos de pescado rebozados y fritos macerados luego en escabeche. También se añadían unas patatas en rodajas rebozadas y fritas. Los pescados utilizados eran el bacalao, la sardina, la trucha y en tiempos antiguos la lamprea (conocida aquí como anguila).

La diferencia ente el rebozado jarandillano y el guijeño, es que en el Guijo suele consumirse en frío y en Jarandilla en caliente. Además, en Jarandilla echan borrajas, una verdura silvestre.

También se hacían para este día tortillas de patatas o de espárragos tanto cultivados (espárrago de huerta) o silvestres (rabiacanes). Los postres eran los mismos que los del día anterior y se solía terminar la comida con una copita de gloria o de licor de nueces para ayudar a bajar tan copiosa comida.

Información aportada por Silvestre de la Calle García